Tras la muerte de Stalin, su sustituto Nikita Kruschev inició una ligerísima apertura ideológica acompañada de una profunda desestalinización del sistema. El nuevo líder de la URSS entendía que su país debía dejar definitivamente atrás la economía de guerra y hacer pequeños avances que propiciaran la mejora del nivel de vida de los ciudadanos.
Uno de estos avances debía pasar necesariamente por disponer de un vehículo popular que dinamizara la castigada sociedad soviética y facilitara su movilidad. El fenómeno Vespa acababa de comenzar en Europa y en el Kremlin no eran ajenos a ello ni a que un scooter como el italiano era justamente lo que necesitaban…